dilluns, 28 de juny del 2010

Ha mort José María Díez-Alegría, jesuïta



[Text de JUAN G. BEDOYA - Madrid - 25/06/2010]

Esta madrugada ha muerto José María Díez-Alegría, uno de los grandes teólogos
españoles. Iba a cumplir en octubre los 99 años de vida. Fue jesuita impenitente,
obligado por los inquisidores del Vaticano a dejar la orden de Ignacio de Loyola por no aceptar silencios, componendas ni censuras. Pese a todo, nunca dejó de vivir en (y
con) la Compañía de Jesús. "Soy un jesuita sin papeles", solía ironizar.
Nacido el 22 de octubre de 1911 en la sucursal del Banco de España de Gijón, de
la que su padre era director, Díez-Alegría se cambió pronto al bando de los mineros
y empezó a tener problemas con la dictadura franquista, poco amiga de curas de
combate. Sólo el apellido Díez-Alegría, con dos famosos generales en la familia, lo
libró de la cárcel, aunque no de marginaciones y desplantes. Una vez le preguntaron
cómo un banquero podía ser católico, y Díez-Alegría contestó con esta anécdota
brechtiana. Fue un banquero a confesarse y le dijo: 'Mire, padre, yo soy banquero'. Y
el cura le respondió: '¡Mal empezamos!'. El rico penitente se enfadó y se fue.
Alegría (al teólogo Díez-Alegría todos le llamaban Alegría) era un reputado profesor
en la imponente Universidad Gregoriana de Roma cuando en la Navidad de 1972
publicó sin la censura previa obligada el libro 'Yo creo en la esperanza', que en
apenas semanas dio la vuelta al mundo. Exclaustrado de la Compañía de Jesús para
evitar males mayores con el Vaticano, regresó un año después a Madrid y se fue
a vivir a una chabola del Pozo del Tío Raimundo, la barriada en la que otro jesuita,
el famoso padre Llanos, ex capellán de Falange y ex amigo del dictador Francisco
Franco, llevaba practicando una radical teología de la liberación desde 1955. Alegría, cuyo sentido del humor y paciencia evangélica no tenían límites, se hizo imprimir allí esta tarjeta de visitas: "José María Díez-Alegría. Doctor en Filosofía. Doctor en Derecho. Licenciado en Teología. Ex profesor de Ciencias Sociales en la Universidad Gregoriana. Jubilado por méritos de guerra incruenta. Calle Martos, 15. Pozo del Tío Raimundo".

UNA VIDA EN EL POZO DEL TÍO RAIMUNDO

En el Pozo del Tío Raimundo Llanos y Alegría hicieron teología de liberación de
la buena, a pie de obra, y entraron en la mitología popular. Su sensibilidad por
las víctimas del sistema económico inhumano era ontológica. Una vez, en una
sonada conferencia en la Cámara de Comercio de Madrid, Alegría dijo, ajeno a las
consecuencias, que "la clase dirigente vive en situación de pecado". Díez-Alegría no
cesó de proclamar su convicción de que si un socialismo de rostro humano es muy
difícil, un capitalismo de rostro humano es imposible.

Alegría ha fallecido en la residencia de los jesuitas de Alcalá de Henares. Decenas
de discípulos, amigos y admiradores peregrinaban allí con frecuencia para disfrutar
de su conversación, sabia, beatífica y pícara, sin pelos en la lengua, de una belleza
incomparable. Hace unos meses empezó a declinar y a consumirse poco a poco. "Se
nos está agotando Alegría", corrió la voz. Anteayer ya no se esperaba más noticia que
la de su muerte. Ocurrió esta mañana a las cinco.

Cuando fue expulsado hace 37 años de la Compañía de Jesús por publicar 'Yo creo
en la esperanza', Alegría vivía en Roma y era un bullicioso profesor de la Gregoriana, es decir, un pensador lanzado a la fama. Tiempos del postconcilio, aunque ya se vislumbraban nubarrones en aquella primavera eclesial. Díez-Alegría pide permiso para editar su libro. No ha lugar, le dicen. Y toma una decisión que cambiaría su vida.

El libro aparece en 1972 en la editorial Desclée de Brouwer, de Bilbao y se vendieron
200.000 ejemplares en numerosos idiomas. Su salto a la fama fue fulminante. Quince
días más tarde, el periódico más vendido en Roma, Il Messagero, y el más importante
de EE UU, The New York Times, tronaban: "El best seller de un jesuita español
aclama a Marx y ataca a Roma". Díez-Alegría tardó poco en regresar a España y en "tomar la mejor decisión" de su vida, dijo más tarde. Se fue a El Pozo del Tío Raimundo, se quitó el bonete de jesuita, se pone la boina de cura y puso en práctica la teología que había enseñado en Roma. Cuando llegó a Madrid, el 24 de febrero de 1974, "una nube de periodistas le buscaba, como si fuera un famoso actor de cine", recuerda Pedro Miguel Lamet, su biógrafo (Díez-Alegría. Un jesuita sin papeles. Editorial Temas de Hoy. 2005).

A los 90 años, Díez-Alegría publicó la segunda parte de su famoso libro, esta vez con
el título 'Yo todavía creo en la esperanza', pero en medio hay muchas otras obras de
impacto, como Actitudes cristianas ante los problemas sociales (1967), Cristianismo y
revolución (1968), Yo creo en la esperanza (1971), Teología en broma y en serio veras
(1977), Rebajas teológicas de otoño (1980). La cara oculta del cristianismo (1983).
¿Se puede ser cristiano en esta iglesia? (1987) o Cristianismo y propiedad privada
(1988). Él mismo se consideraba un miembro más de la Teología de la Liberación,
orgulloso de que el padre Ignacio Ellacuría, asesinado por el fascismo clerical de El
Salvador, Jon Sobrino o Gustavo Gutiérrez le considerasen "un viejo compañero".
Sostuvo siempre que en el fragor de la injusticia que vive este mundo global no cabía
otra cosa que el compromiso social.

Díez-Alegría tenía admiradores incluso entre los jerarcas del catolicismo porque era
un cristiano irreductible, pese a sus sabrosas impertinencias con el poder. En eso se
parecía a Jesús, el fundador cristiano, crucificado por decir lo que pensaba. En un
mundo de eclesiásticos acomodados junto al poder político y económico, que apenas
usan el nombre de Cristo porque prefieren las figuras tiernas pero pacíficas y melifluas de María, o la de los papas lujosamente instalados en la soberanía vaticana, Díez-Alegría aconsejaba humildad, volver a Cristo y menos papanatismo. "Hay que citar más a los Evangelios y menos al Papa", decía. En la última conversación con EL PAÍS proclamó que en unos veinte o treinta años se admitiría el matrimonio de los clérigos y, un poco más tarde, el sacerdocio de la mujer.

"OKUPA DEL UNIVERSO"

Cuando cumplió 94 años y empezaba a sentirse "un okupa del Universo", pese a
estar todavía como un chaval, Díez Alegría recibió un homenaje de sus amigos en
el paraninfo de la Casa de América, repleto de público. Fue recibido con larguísimos
aplausos, todos puestos en pie para verlo mejor bajar las escaleras camino del
escenario, como si el que llegaba fuese un profeta o un galán de cine. El encargado
de hacer la 'laudatio' aquel día fue el entonces ministro de Defensa, José Bono, fallido aspirante a jesuita de pequeño. La ocasión sirvió además para presentar la biografía de Alegría escrita por otro jesuita ilustre, sabio y rebelde, Pedro Miguel Lamet.

La jerarquía eclesiástica ha soportado la fama y la voz de Alegría con pasmo o pánico. Por ejemplo, el 28 de mayo de 1977. Ese día, EL PAÍS acogía en su primera página una gran fotografía del jesuita Llanos saludando puño en alto ante 60.000 personas reunidas en el campo de fútbol de Vallecas (Madrid). "El mitin comunista de ayer contó con dos protagonistas de excepción, tan dentro de la lógica de la historia de la Iglesia española como fuera de programa: los padres jesuitas Díez-Alegría y Llanos.

El padre Llanos Saluda, puño en alto, a su pueblo de El Pozo. De
alguna manera viene a simbolizar el compromiso histórico de cierta Iglesia pasada
dolorosamente del nacional-catolicismo al saludo de identificación marxista", decía el pie de foto. Díez-Alegría contó más tarde que el padre Llanos tenía carnet del PCE y de Comisiones, aunque apreciaba más el segundo que el primero "cuando vio que no era oro todo lo que relucía en aquel idílico eurocomunismo". Él no. "Lo que yo era
es hegelianamente anti-antimarxistas", explicó jugando con la famosa teoría del
filósofo alemán sobre la tesis, la antítesis y la síntesis. "Yo no soy marxista, pero
tampoco antimarxista. Me tomo en serio el marxismo. La crítica que hace Marx del
capitalismo es válida. Nunca me leí El capital, pero sí otros libros suyos, y en mi libro Rebajas teológicas de otoño escribí un capítulo titulado Recuerdos a Marx de parte de Jesús en el que contaba que tuve un sueño en el que Jesús se me presentaba y me decía: 'Oye, y este Carlos Marx, del que tanto hablan escandalizados mis discípulos actuales, ¿qué me dices de él?'. Entonces yo le recitaba algunos textos de Marx, y después Jesús me decía: 'Mira, si ves a Carlos Marx, dale recuerdos de mi parte y dile que no está lejos del Reino de Dios. Pues ése era un poco nuestro marxismo".

Pese al temprano castigo por 'Yo creo en la esperanza', Díez-Alegría no volvió a tener problemas con el Santo Oficio de la Inquisición. Otros teólogos, por decir cosas menos valientes o menos fuertes, los han tenido. La explicación es que matizaron muchísimo, y que manejaban la Biblia con gran conocimiento. "Siempre había un Padre de la Iglesia que había dicho antes lo que ellos sostenían", dice Pedro Miguel Lamet, que trabajó muchas veces en El Pozo.

Tampoco tuvieron, ni Llanos ni Alegría, problemas con la severa dictadura franquista
y nacionalcatólica, obligada, en cambio, a abrir en Zamora una cárcel sólo para curas. La explicación fue el origen de los dos protagonistas. Llanos era hijo de un general, y Díez-Alegría, de un banquero de Gijón, además de hermano de los tenientes
generales Luis Díez-Alegría, jefe de la Casa Militar de Franco y ex director general de la Guardia Civil, y Manuel, ex jefe del Alto Estado Mayor del Ejército. Un día, el general Luis cometió una infracción de tráfico y el agente que le tomaba nota para la multa, al ver su apellido en el carné, le preguntó si era familiar del "famoso teólogo Díez- Alegría". Y no hubo sanción.

Además, cuando llegaron a evangelizar y, sobre todo, a prestar amparo y compañía
a los chabolistas de El Pozo, los dos ya eran famosos por sí mismos, Llanos por
artículos de prensa, y Díez-Alegría porque venía de Roma envuelto en un descomunal
escándalo editorial. El sangriento dictador Franco recelaba castigar o reprimir cuando las víctimas podían recibir algún amparo internacional.

En la biografía de Alegría, Lamet cuenta anécdotas y sucesos deliciosos, que explican
por qué fue Alegría fue un jesuita "sin papeles". He aquí una de las historias que
contaba Díez-Alegría, con arrobo teológico, para armonizar con la fe católica su radical teología de liberación. Un catequista de mujeres adultas en Andalucía se topó con una joven muy pobre, casada y con hijos, que se había ido a vivir con un viejo.

-Mujer, tienes que volver, no puedes seguir con el viejo.

-Pues claro que sí, señorito. Pero es que el viejo se va a morir en seguida, y me voy a quedar con una casica muy apañada, me traigo a mi marido y a mis hijos, y problema resuelto.

-Pero, mujer, es que eso es contra la ley de Dios.

La mujercita, con convicción: "No, señorito, si yo con el Señor no tengo dificultad. Yo le digo al Señor: Señor, tú me perdonas a mí y yo te perdono a ti ["por tenerme tan pobre", matizó Alegría], y estamos en paz".

diumenge, 20 de juny del 2010

El sentit de l'humor dóna sentit a la fe


Diuen que "qui no es pren la vida amb humor és qui menys seriosament se la pren". Els cristians hauríem d'aprendre a mostrar l'"alegria dels fills de Déu" de la què parla l'Evangeli tantes vegades. Massa sovint apareixem davant la societat com a persones poc apassionades per la vida, afectades i negatives, massa rigoristes i amb poca capacitat empàtica; és cert que això recau sobretot en les jerarquies que són qui més donen la cara en afers espinosos, però tots hi participem d'alguna manera o altra.

Sant Francesc Xavier visitava sovint, d'infant i de jove, en el seu Castell de la família a Navarra, un Crist fet de fusta de nogal, que tenia al rostre un lleuger somnriure. Él cert és que és l'únic Crist que es mostra d'aquesta manera... Anar al Pare seria difícil pel Jesús crucificat, però saber-se en mans de Déu no és font d'alegria i d'esperança.

D'altra banda, el somriure és la salutació més bonica que conec. El somriure mostra amabilitat, serenor, demostra un compartir aquesta alegria interior. El somriure és teràpia i medicament; el somriure és encomanadís. El somriure resol els conflictes. El somriure ajuda a relativitzar moltes coses relatives de la vida, que ens condueix a absolutitzar allò que és realment absolut. A vegades, inclús davant la impotència i la debilitat, sempre ens queda el somriure.

He llegit en algun lloc que "Déu somriu quan els homes discuteixen de teologia...". Certament tindrà dret a això... Però sobretot és lúcida aquesta afirmació perquè si no ens prenem la vida, la fe, l'Església, amb aquest sentit, perdrem el do més important de la vida comunitària: l'alegria.

Certament, el sentit de l'humor, ben fet servir i en la justa mesura, ens ajudaria a donar més sentit a la nostra fe, i més empenta per a evangelitzar. I no olbidem allò que un dia em van dir uns germans Maristes: "Si un dia no has rigut, és un dia ben perdut...!".

I tant! Si no pots riure massa, somriu molt!

dilluns, 14 de juny del 2010

Camí de l'eternitat...


Sovint penso en la mort. Però no hi penso amb por o amb neguit; més aviat hi penso perquè crec que la treiem massa de la vida, i en canvi és fonamental per a entendre-la en tota la seva profunditat. La mort és el límit de la vida humana terrenal, i en canvi no tenim present aquest límit; és, de fet, una de les poques certeses que tenim a la vida (tots morirem!), i sens dubte és l'únic futurible que assajarem a encertar, i encertarem.

Quan penso en la mort sempre acabo concloent amb una crida a la vida. Cal afrontar la vida amb una altra esma, amb un altre estil, amb una altra esperança. Deia Santa Teresa de Jesús que si no ens empassàvem tot el que significa la mort, estem morts, no viurem! I empassar-se la mort és, en el fons, acceptar que som finits però també acceptar que és en la nostra ànima que està tota l'eternitat a la què aspirem en el profund del nostre ésser.

Qui vol deixar un dia aquest món i acomiadar-se de tots, de les experiències i records, de la vida passada malgrat les moltes penes però sens dubte costa deixar les alegries i els bons moments viscuts amb intensitat.

Quan a la vida quotidiana hi ha conflictes, tristor, desesperança, malentesos, odis i enveges, patiment divers, sempre penso en el camí de l'eternitat. I m'imagino en el meu taut (perdoneu-me...), el dia de la meva mort. Allà, ficat en la caixa i rodejat dels que se'n recorden de mi i em volen donar un darrer adéu, pensaré en tots i cadascun d'ells, i estic segur que els veuré amb una força especial que farà que només els seus grans dons es vegin per sobre de tot davant els seus defectes i limitacions. Cap ofensa feta, cap ferida ni cap mala experiència serà recordada en aquells moments de comiat, perquè en el camí de l'eternitat recuperaré l'essència de la Veritat, allò que la vida sí m'ha donat, malgrat el preu de les limitacions de tot allò que he volgut viure. Però en aquell moment, estaré caminant cap a la no-limitació: l'eternitat. I posaré el meu pensament en tots; i només desitjaré que se'm recordi amb estima, bandejant aquelles limitacions que un dia van fer patir als meus, deixant de costat aquells defectes que poc o molt vaig intentar domesticar, i oblidant els mals moments que tots tenim, tard o d'hora, a la vida. Tanmateix, el moment del meu comiat serà com una gran rebuda, perquè espero que tots descobrim aleshores el fons de veritat que hi ha a les nostres vides...

Quan torno a la vida actual que tinc avui, amb un temps "prudencial" fins a la meva defunció, me n'adono que puc intentar recuperar allò que he imaginat que serà el moment del pas cap al camí cap a l'eternitat. I llavors decideixo, en ocasions difícils de la vida, optar per l'amor, pel perdó, per la reconciliació, per la recuperació de l'altre, pel tornar a començar, per no tenir en compte a l'altre allò que un dia em va fer tant mal...

I creieu-me que és tot molt més fàcil de viure. I segur que el dia que iniciï formalment el camí de l'eternitat, encara serà més ple. Pot ser?

dimecres, 9 de juny del 2010

El diaconat que porta a Crist


He descobert un interessant blog, el del diaca permanent Josep Montoya, originari del Poble Nou, actualment visquent a Sant Cugat del Vallès, i en missió pel Pirineu molts caps de setmana (talment com molts altres van a esquiar). Més interessant es fa encara conèixer l'autor d'aquest blog en l'entrevista que vincula en el seu blog, que li van fer al programa "Signes del Temps" de Televisió de Catalunya.

En l'entrevista és bonic veure com en Josep viu la pròpia vocació dins una vocació matrimonial que també viu el seu diaconat, i dins una altra vocació que és la que la seva família també viu en el seu servei pastoral. Molts caps de setmana en Josep, la seva esposa i els seus quatre fills es desplacen a parròquies pirinenques del Pallars per a animar, acompanyar i celebrar l'Eucaristia i la comunitat. Preciós exemple d'una família cristiana que viu a fons el seu compromís d'església. Em conmou haver descobert el seu testimoniatge.

De les moltes coses que em suggereix el seu blog i la susdita entrevista, em quedo amb la clarificació que fa entre la vocació i el carisma del diaca i la del prevere. Totes dues, afirma en Josep, són importants però clarament diferents. El prevere ha entregat tota la seva vida, i "fa present" al Crist. El diaca (el que és permanent i no fa el camí cap al presbiterat) "porta" al Crist arreu en paraula i servei, però ell, reconeix en Josep, no ha entregat tota la seva vida a aquesta missió, perquè la comparteix amb la vocació matrimonial i la de pare de família. Precioses les tres vocacions que viu en Josep, tant ben trabades i estructurades...; i magnífica la diferència entre carismes, que Sant Pau tant bé va manifestar en les seves cartes. Molts carismes diversifiquen i pluralitzen l'Església, que fa present de mil maneres i en mil estils diferents l'Esperit de Déu i el camí del seguiment de Jesús.

Em quedo amb el treball pastoral en equip que la família Montoya fa: els fills toquen les guitarres animant les eucaristies, l'esposa porta els cants que van renovant i anima la comunitat, i el marit fa de diaca i presideix les celebracions. Quin gran "pack"! El més bonic és viure en parella aquesta vocació, però el que ja supera les expectatives és veure que també amb els fills, i en tenen 4, també poden compartir-ho i fer vivència ferma i aprofondida de llur fe.

El diaca s'entrega en la paraula i el servei, portant arreu el Crist. I en Josep ho fa per vàries parròquies pirinenques del Pallars.

Més informació al seu web: www.josepmontoya.blogspot.com